jueves. 28.03.2024

Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su talón. Era el más hermoso, el más rápido de los héroes de la guerra de Troya que cantó Homero en La Iliada. Dice la leyenda que murió en batalla al ser alcanzado por una flecha envenenada en su punto débil.

Rafa Nadal llegó renqueante a Rio. Hace veinticinco días estaba en casa sin poder entrenar. Llegó a pensar que solo podría vestirse de olímpico para llevar la bandera en el desfile inaugural. Le quitaba el sueño la muñeca izquierda, su "talón de Aquiles" desde hace unos meses. Había insistido en que no estaba al cien por cien. Aún así, probó y decidió participar en las tres competiciones posibles. Si salía a la pista, lo haría para competir. Desde que pisó las pistas del Parque Olímpico, luchó contra todo y contra todos. Contra el furioso viento atlántico, contra los insensatos horarios, contra el público brasileño. Una semana después, ha dado el mordisco a la ansiada medalla de oro.

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(Foto: COE)

Hoy, como un héroe clásico, Rafa fue a la guerra. Por la mañana, contra Thomaz Bellucci y la torcida brasileña. Por la tarde, contra los rumanos Mergea y Tecau. Ni un solo español de los que estábamos en la pista central perdimos la fe en el manacorí. Ni siquiera en los peores momentos, cuando la encerrona de la semifinal se puso cuesta arriba (1 set a 0 a favor del brasileño) y cuando se complicó la final (segundo set para los rumanos). La última manga del choque por la medalla de oro fue épica. Digna de ser cantada por Homero. El mallorquín elevó al cielo carioca su brazo izquierdo con el puño cerrado, ese gesto tan característico suyo, tiró de su amigo Marc y manejó los últimos puntos del partido como solo lo hacen los grandes. Otra victoria épica, de esas que se recordarán con el tiempo. Quizá más que otros, porque los títulos de Rolanda Garros se confunden en la cabeza de los que no son especialistas, pero los títulos olímpicos son únicos. Esos no se olvidan.

Rafa está hecho de otra pasta. A diferencia de Aquiles, salió vivo de la batalla. Y no solo vivo. Triunfante. Heroico.

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Sabemos de su carácter competitivo, de su mentalidad ganadora, de su experiencia y su oficio en los momentos clave en que se deciden las finales. De dónde sacó las fuerzas, es otra historia. Un misterio solo reservado a los héroes, que nadie, salvo él, puede explicar. 

Aunque, en el fondo, es tan divino como humano, y daba la sensación de que, tras la machada de jugar dos partidos de máxima exigencia a tres sets, estaría dispuesto a jugar un partido de fútbol-sala con los colegas.   

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Héroe, y dios. Se puede creer o no en Jesucristo, pero es imposible no creer en Rafa. Es una religión. Una forma de entender la vida, que arrastra a medio mundo. Seguramente, los mismos espectadores brasileños que armaron bulla para descentrarle en el partido contra Bellucci estarán a su lado. En Rio también se ha ganado la admiración del público. Y además, juega contra un argentino, y ya se sabe que la rivalidad futbolística Brasil-Argentina se extiende a otros deportes.

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(Foto: COE)

Vino a Rio a por el oro. Ya tiene el de doble masculino, junto a su amigo Marc López, un verdadero jabato en la pista, con altas prestaciones a lo largo de todo el torneo.

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Pero ahora quiere el título individual. Si derrota a Juan Martín del Potro jugará el domingo para ser campeón olímpico. Por segunda vez en su vida. Lo nunca visto en la historia del tenis.

Le admiramos porque gana, pero también porque transmite, por la capacidad que tiene de emocionarnos.

Rafa es un héroe incombustible, que tiene conquistado el territorio de nuestros corazones..

 

 

El héroe incombustible